Matrimonio se cambió 46 veces de casa por desenterrar una brujería en 1995 - Costa Rica

Un matrimonio Puntarenense se ha cambiado de casa 46 veces en 27 años por culpa de una brujería que encontró el esposo en la casa en que vivían en el año 1995, en Costa Rica.




Desentierro Brujería - Imagen referencial




El entierro no era para el matrimonio; fue de pura casualidad que el esposo, don Juan Emilio Castro Castro, de 55 años de edad, se lo encontró porque estaba limpiando las zonas verdes de la propiedad ubicada en Miramar de Puntarenas, frente a la ciudadela Margarita Penón.




“Estaba limpiando el jardín cuando vi un frasquito de vidrio un poco enterrado; me pareció extraño y por eso lo agarré, lo observé y lo abrí. Adentro tenía un pedazo de cuero, de unos 15 centímetros de largo y como cuatro centímetros de ancho. El cuero envolvía una piedra blanca y tenía el nombre del anterior dueño de la casa, la esposa y los dos hijos. De inmediato me fui a donde el papá del anterior dueño y al enseñarle todo se puso a llorar y me dijo: "con razón mi hijo sintió ganas desesperadas por vender esa casa". El señor trajo una caja de fósforos y le prendió fuego al cuero y se quemó todo… pero yo ya había tocado todo ese entierro”, explicó don Juan.




“Yo no creo en brujerías”, dice con mucha firmeza don Juan; sin embargo, sí nos confirma que, a partir de ese momento, la casita que habían comprado con tanto amor y con tantas ilusiones, comenzó a ser un lugar incómodo para vivir. Él no puede explicar qué fue lo que, junto a su esposa, doña Beleida Núñez, empezaron a sentir, pero tuvieron que vender rápido.




“Estoy convencido que el entierro no era para mí, de eso no tengo la menor duda porque tenía otros nombres; sin embargo, yo lo abrí, siento que eso provocó algo que tampoco puedo explicar y ese algo es el que ha provocado que hayamos vivido en 46 casas”, reconoce don Juan.




“Desde que yo abrí ese entierro hemos sido errantes, nómadas. Hemos andado por casi todo Miramar de Puntarenas, en Barranca, en San Ramón, en Calle Zamora, en Piedades Norte. En una ocasión duré un mes en una casa. Hemos comprado nueve casas y las hemos vendido por lo mismo, sea yo o mi esposa comenzamos a sentir algo que nos empuja a irnos casi que de inmediato. En la antepenúltima casa que tuvimos, un apartamento, duramos solo 23 días y salimos corriendo. Hemos llevado sacerdotes a las casas, les hemos echado agua bendita, pero nada cambia, siempre sentimos ese algo que nos incomoda y nos provoca cambiarnos”, comenta.




“Gracias a Dios el matrimonio no se ha afectado para nada, tenemos 33 años de casados, dos hijos y tres nietos. Estoy convencido que la maldad sí existe. Siento que lo que era para otros me cayó a mí. No siento que sean las casas. No es un asunto de que las casas tengan algo, siento que está más bien en nosotros, pero no sé qué es".




“Somos un matrimonio católico bien activo, pero sí siento que hay mano del diablo que provoca que vendamos rápido, porque las casas se nos venden rapidísimo al igual que los carros”, dice el Porteño quien espera que esta última casa, la número 46, sea la definitiva. “Aquí viviremos mientras no se mueva el muñeco”, advirtió.






Información cortesía: www.lateja.cr







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